Caudal: Un torrente de talento y unión familiar
El grupo Caudal emergió en el barrio de calle Nicaragua o en la bajada de las puertas negras y marcó una época en Las Compañías y lo integraron los hermanos Villalobos junto a Francisco Castillo quien como solista ganó el festiva Las Compañías Canta en Verano a principios de los ’80.
En la casa de los Villalobos Lara a finales de la década del ’60 nadie dudaba que los hijos del matrimonio de la señora Sara y … se vincularían con la música. Esto porque el patriarca integraba un conjunto folclórico que había alcanzado fama. No se equivocaron.
Jaime, Julio y Jorge Villalobos al poco tiempo se unieron para planificar la creación de un grupo. Estaban conscientes que la odisea no sería fácil, sobre todo por la falta de recursos. Pero, sin quererlo con el paso de los años se unieron a las orquestas que comenzaban a conformar un exitoso movimiento artístico que le dieron identidad y prestigio al sector integrado por gente modesta y de esfuerzo. Las miradas estaban puestas en el sector norte de La Serena donde a principios delos ’70 faltaban obras de infraestructura y adelantos, pero sobraba talento.
Para este reportaje histórico sobre los grupos musicales que dejaron una herencia en Las Compañías, Don Julio del Rosario Villalobos Lara (64) fue el encargado de repasar y escudriñar en la génesis de Caudal. Don Julio nació y se crio en el sector Las Compañías, principalmente en lo que hoy es calle Nicaragua con Brasil. En su tiempo era el sector de Las Puertas Negras o la bajada del Buitrón.
La veta musical viene de familia. Su padre Héctor Villalobos fue un músico de excelencia, aunque admite que junto a sus hermanos aprendieron solos a tocar los instrumentos (puro oído).
“El grupo nació en 1974 y éramos cuatro hermanos y Francisco Castillo (vocalista). Una vez fuimos de paseo al Valle de Elqui, estuvimos a la orilla del río y no sé por qué salió la palabra caudal y después nos acordamos. Había otros nombres, pero nos quedó marcado el caudal del agua. Venía mucha agua, no como ahora”, rememora en su hogar que da hacia calle Brasil.
Entre sus hermanos siempre existió el interés de hacer música y llegar a conformar un conjunto. “Veíamos otros grupos y el entusiasmo es por mi padre que también era músico, por lo que nos gustó y empezamos a conformar el grupo. Soñábamos con eso y en parte lo obtuvimos y tuvimos bastante éxito. El grupo gustaba mucho, tocábamos de todo ritmo”.
No fue difícil dividirse las labores. “Mi hermano Nelson en la batería porque andaba con unos palos y pegándole a todo lo que se movía. Escuchaba un tema y lo sacaba, es algo bien curioso. Con mi hermano Jaime y Jorge nos dividimos la primera y segunda guitarra y hacíamos coros a Pancho Castillo. El grupo tuvo bastante éxito. Estuvimos en festivales, Pisco Elqui y pueblos como Las Rojas, donde también hacían festivales, esos fueron los mejores años, muy lindos, más menos como el ’80 y ‘ 82”, remarca.
No obstante, admite que el país enfrentaba tiempos difíciles. “Hacer música en esos años era un poco difícil. Nos costaba mucho porque el toque de queda era a las 4 de la tarde, pero ya después se fue pasando un poco eso y se podía trabajar mejor”, subraya.
Sus inicios estuvieron marcados por el esfuerzo y la perseverancia, “no teníamos nada cuando empezamos y en las vacaciones íbamos a las parcelas a trabajar y fuimos juntando la plata para comprarmos un primer equipo. Ya con eso, arrendábamos instrumentos y después nos compramos nuestros propios instrumentos hasta que fuimos surgiendo y comprando equipos más potentes. Llegamos a tener muchas cosas. Para esos años éramos el conjunto mejor equipado. Teníamos consolas espectaculares y sonábamos muy bien, pero como todo empieza, también termina”, nos confiesa.
EN LA CASA DE MARIA
El grupo lo integraban sus hermanos Jaime Villalobos (65), Julio Villalobos (64), Jorge Villalobos, bajo su hermano Gemelo y Nelson Villalobos, baterista y Francisco Castillo cantante. “Pancho estaba en el curso de uno de mis hermanos y lo invitamos. Incluso, participó en un festival de La Compañía que lo ganó. Cantaba muy bonito. Una emoción tremenda, lo apoyamos en todo, muy contento, nosotros como grupo y él como solista, muy lindo todo. Lamentablemente falleció panchito, hace cuatro años… Nosotros nacimos en el sector de calle Nicaragua y fue muy lindo con Caudal. Si no es porque mi madre se nos fue hubiésemos seguido muchos años más y más arriba, porque la idea era grabar un par de discos, pero en esos años costaba mucho, porque había que ir a Santiago y todo lo demás y era muy caro. No como ahora que se puede grabar en cualquier parte con la tecnología”.
Antes de la pandemia habían acordado con sus hermanos volver a realizar música. “No para grabar o para bailes, sino que para juntarnos, estaba la idea, pero después se fue dejando de lado. A veces nos juntamos con los hermanos. El baterista todavía pesca unos tarros, porque él tenía una linda batería que compramos. La mejor que existía en La Serena y Coquimbo. Él desde chico le pegaba a la micro con unos palos. Le gustaba mucho la batería a mi hermano”.
Cuando su padre tocaba con sus hermanos concurrían a mirarlo. “Éramos muy chico”, recuerda.
Don Julio admite que en la zona entre los grupos sensación estaba los Cumaná, “nosotros imitábamos mucho a los Cumaná, tocábamos temas de ellos y de grupos nortinos y la balada de Ángeles Negros, grupos nacionales que eran nuestro espejo para poder seguir en la parte musical. También sacamos temas de los Wawanco”.
EL DOLOR PERMANENTE
El término del grupo en 1985 no fue fácil. Don Julio confiesa que le cuesta recordarlo. Lo inunda el sentimentalismo. Respira profundo y no tiene complicaciones en reconocer influyó abiertamente el deceso de su madre Sara Lara. Tenía sólo 51 años. “Mi madre era muy especial. Le gustaba mucho la música. Nos preparaba todo, la ropa y era el motor del grupo. No dormía hasta que llegábamos a la 4, 5 o 6 de la mañana. Una vez nos quedamos y casi se desmayó porque no regresábamos. Por eso, cuando partió fue muy duro, no pudimos recuperarnos. Nos dolió que falleciera tan joven. Después todos los grupos nos decía que continuáramos. Si bien teníamos éxito, pero no pudimos hacer lo que realiza el payaso que puede estar llorando por dentro, pero tiene que hacer reír al público, pero nosotros no pudimos hacer eso, lamentablemente”, subraya.
En todo caso dice no arrepentirse de la decisión adoptada. “Mientras estuvo en vida nos vio actuar y la gente le decía que sus hijos tocaban bonito y estaba orgullosa, esa es la palabra. A pesar que no había nada de tecnología, todavía tenemos unas fotos y recuerdos. Mi papá siempre nos apoyó y estaba contento de nosotros. Fue un muy buen guitarrista, tenía un grupo muy bueno, pero no nos enseñó nada. Aunque fue muy sabio”.
Para explicarlo cuenta una anécdota. Recuerda que en una velada donde tocó con sus hermanos, los llenaron de elogios y el público coincidía que ocurría porque eran hijo de músicos. “Pero, mi madre le decía a la gente que no y que jamás nos había enseñado. En una ocasión nos dijo que no nos enseñaría porque si lo hacía llegaríamos sólo aún nivel. De hecho, le enseñó a muchos niños en esos años, pero llegaban hasta ahí nomás y nosotros, sin habernos enseñado, llegamos muy arriba”, recalca.
Don Julio destaca la calidad de los grupos que surgieron en Las Compañías. “Con Creencia somos como grupos hermanos, nacimos juntos. Andábamos bien parejo. Ellos tocaron muchos más años y avanzaron más en ese sentido. Kumankú eran mayores y antes se llamaban Los Ases del Ritmo y tenían bastante éxito y grupo Zenith ha sido uno de los mejores grupos de Las Compañías. Una calidad extraordinaria. Eduardo, la primera guitarra. El bajista, también amigo. Ramírez (fallecido), cantaba igual que ‘Yaco Monti’ cantaba igual”.
En medio de la pandemia y las necesidades de las personas un grupo de artistas viene madurando la idea de armar un grupo con integrantes de distintas orquestas para ir en ayuda de quienes lo necesiten. “Antes de la pandemia íbamos bien encaminado, pero la idea aún está de formar un grupo con todos los compañeros de Las Compañías y hacer show a beneficio. Mucha gente tiene que andar haciendo completos para juntar dinero e ir a Santiago. La idea es cooperarles, cobrar por la entrada o con alimentos y todo para la persona que lo necesite”.
RESURGIENDO CON SCANER
Aunque con sus hermanos habían adoptado la decisión de no volver a la música, en su caso fue seducido para nuevamente integrar un conjunto. En los ’90 ingresó a trabajar al hospital de La Serena en el Banco de Sangre y fue invitado a ser parte de una orquesta que se estaba formando. “Me ubicaban, porque nos habían visto tocar en una actividad del club deportivo y ellos querían formar un conjunto y necesitaban un guitarrista. Yo no quería seguir en la parte musical, me convencieron y en 1987 formaron el grupo Scaner . Recorrimos toda la Cuarta Región y en todo Chile se escuchó de nosotros, porque era el único grupo musical tropical hospitalario de la salud y hasta el 2010 integre ese grupo que nos dio mucho éxito”.
Proyecto financiado por el Ministerio Secretaría General de Gobierno y el Consejo Regional de Coquimbo.