El talento para la cerámica de la señora Ida Cuéllar Contreras
La Municipalidad de La Serena a través de la Delegación de Las Compañías y la Oficina del Adulto Mayor destacó su labor en esta disciplina que heredó de su madre y su aporte a la historia del sector, sobre todo de la ex fundición Lambert.
La señora Ida Raquel Cuéllar Contreras tiene historia en Las Compañías, sobre todo en el sector más antiguo. Aquella donde funcionó la fundición Lambert. Cuando la luz se entregaba a través de faroles a carburo y los terrenos de la actual Villa El Parque era liderada por el empresario cervecero, Adolfo Floto y aún estaban convertidos en parcelas.
El municipio serenense a través de la Delegación de Las Compaías y La Oficina del Adulto Mayor resaltó su labor de mantener vigente el recuerdo del territorio, donde, además, cultivó su pasión por la cerámica.
Llegó al barrio de cuatro a cinco años desde el mineral El Brillador, donde vivían familiares por el lado paterno. Tiene claros recuerdos cuando iba al colegio ubicado en calle Vicente Zorrilla y casi frente a las dependencias del antiguo cuartel de Carabineros. “Mi padre (Armando Cuéllar) era minero en El Brillador y después al venirse a La Compañía Alta en 1940 fue contratado por ‘lolo’ Floto para cuidar el parque (terrenos donde funciona actualmente un recinto para adultos mayores). De esa época me recuerdo de una calle larga que era Vicente Zorrilla que llegaba hasta la iglesia (San Juan Evangelista) un poco más arriba y conectaba con un camino que trasladaba al cementerio”, profundiza.
De la misma forma precisa que la actual calle Avenida Islón se extendía hasta unos portones grandes que pertenecían a la fundición Lambert, “una industria que había ahí, donde existía una chimenea grande y muy bonita que posteriormente la comenzaron a desarmar y demoler y se llevaron todos los ladrillos para terminar la población Floto y la fábrica de cervezas”, recalca.
La señora Ida lamenta el deterioro que con el tiempo sufrió ésta área y el estado de abandono en el que quedó convertida, “ojalá que alcanzara ver recuperado ese sector y me sentiría tan contenta. Ahí hay una historia (…) Cuando niña chica nunca pensé que sería tan importante, por eso cuando crecí sentí una pena grande en el abandono en que quedó. Cuando la conocí todavía había maquinaria que si bien no se usaba, pero nosotros nos subíamos a jugar. Había unas tolvas grandes de la industria y mi padre estaba a cargo de lo que había quedado y no dejaba que sacaran nada”, rememora.
Actualmente vive en calle Perú al llegar a Ayacucho donde llegó luego de casarse, ”había una casa de adobe, precisa. Confiesa estar sorprendida de la evolución de Las Compañías. “Hoy día está muy diferentes, es una ciudad con varias poblaciones. Donde hoy existen departamentos pasado la Avenida Islón antes eran puros terrenos agrícolas destinados a las siembras. Nosotros nos movilizábamos a pie, porque no había locomoción”, puntualiza.
Igualmente recuerda que antes de que se transformara en iglesia San Juan Evangelista, se había levantado una pequeña capilla. “Ahí primero me bautizaron y después, estando en el colegio, nos llevaban a los rezos de la primera comunión donde la catequesis la efectuaban unas niñas de apellido Ceballos”, apunta.
Uno de los almacenes más grandes que recuerda es el de don Ismael ubicado en Avenida Islón con Vicente Zorrilla, “actuaba como proveedor y estaba entre los más grandes de Las Compañías”, sintetiza.
MANOS CREADORAS
Junto a los valores inculcados por su familia, una de las herencias que recibió de su madre, Clara Contreras, fue el talento para la cerámica. Su progenitora estaba considerada como una virtuosa de esta disciplina.
De hecho, por su casa pasaron como alumnos quienes hoy están convertidos en importantes profesores de la Universidad de La Serena. “Yo me crie mirándola a ella (madre). De chica viendo cómo trabajaba y a ratos me colocaba a jugar y a moldear las piezas. Me conversaba que su mamá, las tías y primas sabían el oficio de la greda”, subraya.
En su taller comenzó a recibir las primeras lesiones. “Le decía, ‘quiero hacer la pieza que está haciendo usted’, ‘ya’ me contestaba, ‘hazla así y sígueme los pasos que estoy efectuando’ y la seguí y le daba la forma y si no quedaba bien, me la arreglaba y empezaba a realizar otra, así que de esa manera aprendí y me gustó”, recuerda con agradecimiento.
Admite que le hubiese encantado dedicarse de lleno a esta disciplina, pero debió privilegiar otros trabajos, aunque asegura que después retomó esta labor con fuerza, “mensualmente teníamos que tenerle una partida de piezas a una persona que llegaba en una camioneta a comprarlas. Entre las dos con mi madre realizábamos el pedido”, enfatizó.
La señora Ida no esconde su temor porque esta práctica se extinga, luego que reconoce que no ha percibido interés en su familia por mantenerla vigente. “Cualquier día me voy y esto se perderá, es por eso que mi idea es enseñar (…) En mi casa recibía a bastante turista antes de la pandemia y se iban contentos. Los argentinos apetecen mucho este trabajo. Incluso, vendía piezas al museo arqueológico de La Serena”.
En la actualidad sigue creando. De hecho, en una mesa de centro del living de su hogar donde se desarrolló la entrevista, estaba repleta de piezas que había desarrollado.