Planta de Brillador: la oportunidad laboral de varias generaciones

Su puesta en marcha en la década del ’50, cuando el auge poblacional en Las Compañías era incipiente, significó una importante fuente de trabajo para jefes de hogares del sector y los ingresos permitieron a las mujeres sacar adelante sus familias. Su cercanía con el hogar de los obreros fue una preciada ventaja, pero a finales de los setenta la fabricación de ácido sulfúrico comenzó a ser resistida, aunque su cierre fue acelerado por su quiebra. Aun así, su desarrollo aún está en el recuerdo de la población.

Por décadas, el Mineral de Brillador y principalmente la planta ubicada en la Compañía Baja fue clave para la familia Gálvez Ortiz que vivía en calle Baquedano, al llegar a Valparaíso y cerca de la fuente de empleo. Para la matriarca Graciela Ortiz fue fundamental, sobre todo para financiar la economía familiar en una época cuando se cocinaba a leña o parafina y el alcantarillado aún no llegaba y los pozos negros eran la constante. Aunque los cargos estaban destinados para los hombres y los escasos puestos para las mujeres eran labores de oficina y secretariado, las dueñas de casa entendían que el auge de esta industria era primordial para sobrevivir.

Su esposo Carlos Gálvez fue el primero que desempeñó una labor en la empresa y, tras jubilar, quedó su hijo Gerardo Gálvez Ortiz. Actualmente tiene 75 años y coincide en la importancia que significó esta fábrica para los hogares de este sector. Alcanzó a trabajar cuatro años y abandonó esta labor en 1981, cuando la viabilidad se hizo insostenible y terminó por quebrar. “Comencé en el área de los agitadores que terminaba en la elaboración de ácido, que en un principio llegaba del norte, pero después se comenzó a elaborar acá (…) Fue una empresa que daba trabajo a personas de todas partes y significó una ayuda para la familia y las mujeres, además que estaba al lado, varios tíos también trabajaron en el lugar (…) Lo bueno es que la empresa aseguraba un trabajo para la de La Compañía, había gente que llegó a tener 30 años de servicio; de hecho mi padre jubiló ahí”, rememoró.

Este ex trabajador admite que otro elemento que intervino en el cierre fue el descontento de un sector de la población por la emanación de partículas contaminantes. “Los techos no duraban nada por el tema del ácido”, argumenta.

Para Graciela  Ortiz el trabajo de su esposo Carlos Gálvez en la Planta Brillador fue clave para mantener a su familia.

De ese pasado solo existe la historia, además de los vestigios de sus construcciones. No obstante, cada cierto tiempo existe movimiento donde se extrae material, a pesar de que los relaves fueron utilizados como relleno para los proyectos de pavimentación participativa que permitió dejar atrás el barro.

Durante semanas recorrimos el entorno buscando protagonistas que trabajaron en sus faenas, pero fue complejo, sobre todo porque gran parte de las personas fallecieron, lo mismo que las dueñas de casas que vieron en esta faena una importante ayuda económica. No obstante, su funcionamiento está en el inconsciente colectivo; además, accedimos a un set de fotografías y recortes de prensa para reconstituir su historia.

En plena pandemia, el 2021, la señora Rosa Pastén (70) confesó que aún tiene en su mente el boom que generaba esta planta: “Había mucha gente trabajando y era la única que le daba trabajo a las personas. A las 12 se tocaba un pito para que salieran los trabajadores a almorzar”, rememoró en un artículo que destacó la Municipalidad de La Serena, donde la presidenta de la Junta de Vecinos de la Población Fiscal de la Compañía Baja, Sandra Guerra, que se ubica en el entorno de la planta, admitió que en el futuro pretendían concretar un mural con la historia de este lugar y palanca laboral. “Pretendemos hacer algo cultural y estampar en las paredes que están en el lugar todo lo que es la historia del sector, que no es menor… Tenemos nuestros recuerdos de cuando era el Año Nuevo, nos tocaban las 12 y sonaba la alarma en la planta de El Brillador”, confesó la dirigenta vecinal.

El movimiento era incesante, sobre todo en el área de la planta donde se trataba el metal que era conducido desde el mineral, cuyo yacimiento se ubicaba en la parte alta de la Quebrada del Jardín.

En su puesta en marcha se construyó una serie de obras que le otorgaban una identidad, luego que se utilizaba material de la cementera de Juan Soldado. El mayor símbolo fue un mirador que se conserva hasta hoy, desde donde se podía observar la faena y las estructuras en que se procesaba el mineral. Se estima que lo envió a construir el dueño de la hacienda, don Rodolfo Jaramillo (actualmente un canal lleva su nombre).

En septiembre de 2025 se puede advertir las ruinas de la ex planta Brillador.

UN VIAJE A LA HISTORIA

La empresa surgió en 1956 bajo el nombre de Sociedad Minera Brillador Limitada, mientras desde 1966 se transforma en Sociedad Minera Brillador S.A., traspasando su antecesora sus minas y bienes. Firman como principales accionistas Joaquín Amenábar Chadwick, Jerónimo Pérez Zañartu, Dan Woodwars, Carlos Thieman Guerra y Mario Amenábar. Igualmente se incorporaron como socios accionistas quien fuera gerente de operaciones, Juan Crichton Iglesias, y, desde 1970, un gran número de empleados de la empresa.

Esta nueva fase permitió adquirir nuevas maquinarias, principalmente para las moliendas, y en su peak le dio empleo a 200 operarios y 80 empleados; al momento del cierre había sido 25.

Según documentación de la época, la planta de ácido sulfúrico llegó a producir 16 toneladas diarias.

A mediados de la década del ‘50 se anunció en la prensa local la construcción de una planta productora de ácido sulfúrico por parte de la Sociedad Minera Brillador. Había sido adquirida en Alemania por 75 millones de pesos y se destacaba como un paso clave para la economía local. Se resaltaba que con esta infraestructura la firma se convertía en la primera empresa que tenía una planta de estas características en Chile para el tratamiento de minerales de baja ley. “Esta planta, una de las más modernas que existirá en el país, permitirá a la Sociedad Minera El Brillador producir 12 toneladas diarias de ácido sulfúrico”, destaca un artículo.

Esta nueva planta se uniría a la electrolítica y a una de lixiviación, donde se trataban 50 toneladas diarias de minerales procedentes de las minas de El Brillador que fueron adquiridas por la sociedad.

“Con la adquisición de nuevos elementos y con el poderoso incentivo del éxito que ha obtenido en estos tres últimos años, la Sociedad Minera podrá duplicar su actual capacidad productora, y para ello se están realizando ampliaciones de vital importancia”, precisaba la nota de prensa.

Se destacaba que daba trabajo a 27 obreros en la planta y a otros 25 en la mina, 8 empleados particulares y un equipo de químicos analíticos. “Desde hace tres años funciona en el pueblo de La Compañía Baja, ignorada de muchos, la primera y única planta de electrolítico de cobre en Chile, para el tratamiento de minerales de baja ley. En el anonimato, esta planta produce tonificantes dólares para nuestra economía regional mediante la exportación mensual de metales”, destacaba un artículo de diario El Día de la década del 50.

SEÑALES EN EL AMBIENTE

Su puesta en marcha no fue fácil, sobre todo por las implicancias que podría generar para el medioambiente, la labor agrícola y para la propia población. Sin embargo, el administrador de la industria de la época, José Landaeta, desestimó los temores. “Es una afirmación antojadiza porque las experiencias que sobre la materia se han realizado indican exactamente lo contrario. La emanación de gases de anhídrido sulforoso es controlada totalmente por el equipo de la planta, cuyo alto índice de rendimiento impide tales evacuaciones. Puede establecerse, además, como un hecho contrario a lo que se afirma, que en Santiago las plantas productoras de ácido sulfúrico están ubicadas dentro del radio urbano de la ciudad sin causar el más mínimo daño a la población”, planteaba el ejecutivo a diario El Día.

Reiteraba que la puesta en marcha de una planta de estas características es vital para la pequeña minería, principalmente porque permitiría la explotación de minerales oxidados de baja ley.

Desde su puesta en marcha se habían generado varios rituales, como el sonar de las sirenas en dos instancias: al mediodía y a las 18:00 horas, vinculadas a las jornadas de los trabajadores. De la misma forma, aún se recuerda el transitar de los camiones amarillos Mercedes Benz que circulaban por Las Compañías dejando a los trabajadores en sus hogares o cargados con el mineral que se extraía de minas cercanas.

Planta  de Brillador en pleno apogeo en La Compañía Baja.

El sostenido aumento de la población, donde un sector ya no veía con buenos ojos tener en medio de casas una planta de ácido, y las dificultades económicas aceleraron su cierre y posterior desmantelación.

En febrero de 1983 continuaba la incertidumbre sobre el futuro de la Planta Brillador. Lo había dejado al descubierto una carta de ex trabajadores que laboraban en la planta de la compañía El Brillador. La empresa había declarado la quiebra; incluso, para diciembre de 1982 se había anunciado el remate de los bienes. “Mucho nos extraña que, mientras el supremo gobierno dicta leyes para paliar la cesantía en el país, aquí en la zona se mantiene paralizada una fuente de trabajo”, precisaron.

En 1986 la planta nuevamente se instaló en el debate. Se recordaba como una industria pujante, “llena de vida, donde muchos hombres ganaban su sustento”, pero también se admitía que había quedado abandonada, marcada por restos de chatarra y relaves.

Su cierre y posterior remate tuvo una profusa cobertura en la prensa regional de la época y se lamentaba el dolor que había generado en los diferentes “plantinos”, como se identificó a los trabajadores que desarrollaban su labor en el sector. “Sus máquinas dejaron de funcionar, sus luces se apagaron y ya no se escuchó el ruido seco de los camiones al descargar el mineral”, enfatizaba.

En 1986 se sostuvo que sus instalaciones darían espacio para la fábrica de plástico Quilicura, “y tenga el futuro que nunca debió suspenderse. El convertirse en las chimeneas que lancen sus humos de progreso por todo el entorno de esta población para beneficio, evidentemente, de los que ahí viven”, planteaba un artículo de diario El Día.

Sin embargo, la apuesta no se concretó. No obstante, quienes tuvieron ligazón con esta planta concuerdan en la importancia que significó para decenas de hogares del sector y para las dueñas de casas, que permitió criar a sus hijos(as).

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