El legado educacional de Isolina Paz Coutiño

Su pasado está conectado con el mineral El Tofo y su labor
como normalista la inició en la escuela de Cruz Grande y terminó
en colegio de Las Compañía
s.

Isolina Paz Coutiño (89) es un emblema en Las Compañías.
Profesora normalista que ejerció gran parte en la escuela de Cruz
Grande. Fue hija única. Llegó a vivir a Las Compañías a principios de
la década del ’70 desde localidad de Cruz Grande, comuna de La
Higuera y comenzó a ejercer la docencia en la escuela D-21
(actualmente Alonso de Ercilla).
El primer contacto que tuvo fue con la señora Isabel Guzmán quien la
incentivó a quedarse en el sector. Fue así como comenzó a levantar
su hogar a mediado de la década del ’60. “Veníamos solamente los
fines de semana a arreglar la casa y después nos regresábamos a
Cruz Grande, así tuvimos varios años. Sabíamos que los niños
iban a crecer y requerir estudios y por eso que hablamos con la
señora Isabel Guzmán una señora muy amable”.


Su vida estuvo ligada al Tofo donde nació, “en el mismo mineral, mi
padre Pedro Segundo Paz Munizaga trabajaba de palero”. En el
colegio del mineral comenzó su cercanía con la docencia, “había dos
colegios, uno para varón y otro para damas y cuando salía de la
básica uno podía optar a un colegio de La Serena si los padres lo
deseaban y pensaban en la educación para sus hijos”, establece.
Su progenitor quien llegó a El Tofo de 16 años terminó trabajando en
el mineral El Romeral luego del cierre de la empresa y su madre tenía
una casa en Coquimbo. “Fui hija única, aunque mi padre viudo
tenía sus hijos y mi madre Rosa Coutiño Cerda igualmente tenía
varios hijos”.
Como ‘tofina’ la embarga la nostalgia y la experiencia vivida en el
campamento, “fue todo muy bonito, era como una familia. Había

una población para los obreros, para los empleados y el otro
campamento que tenían los gringos en ese tiempo. A los padres
le entregaban una casa, no se pagaba luz, agua ni atención
médica. El hospital que había era pequeño, pero muy buena
atención y con la última tecnología. Había doctores, enfermera y
otros funcionarios con todo lo necesario y los médicos
efectuaban todas las operaciones. Igualmente teníamos la
atención dental”, profundiza.


CAUTELANDO EL PASADO
Lamenta que todo se terminara y quedara en un verdadero pueblo
fantasma, “no quedó nada, solo de recuerdo las bases de las
casas, una parte del muro del retén y los tofinos que se
organizaron trajeron las casas a Las Compañías”.
Con las comodidades que entregaba El Tofo admite que poco se
viajaba a La Serena, “había cooperativa, pulpería, recova, existía
teatro, canchas de básquetbol, fútbol”.

A los 13 años se vino a estudiar en la escuela Normal guiada por el
apoyo de su profesora Hayde Bustamente, “la admiraba como
profesora , hacía todo lo que me decía y me empezó a gustar la
carrera y me propuse ser profesora, además que entre los amigos
era la docente que enseñaba imitando a mi profesora (…) En el
Tofo había hasta sexto básico y había que rendir exámenes a La
Serena, pero yo tenía claro que quería ser profesora, las pruebas
eran fajos de hojas que había que contestar”.
Sus exámenes fueron satisfactorios y estuvo interna seis años, “los
que quedábamos seleccionados y éramos de lejos nos daban el
internado, la alimentación y la enseñanza. Pero, mis hermanos
por parte de madre me ayudaban en lo que necesitara”.
Recibió su título de profesora en 1956 y al año siguiente comenzó a
trabajar en la escuela de La Higuera donde efectuó un reemplazo,
“después me fui a Cruz Grande donde trabajé como 15 años”. En
el establecimiento se casó con el profesor Ricardo Barrera Moyano
que también vinculado a El Tofo, “después cuando se redujo el

personal nos dieron a elegir varios lugares y yo elegí una
escuela de La Compañía (D-21) porque ya teníamos la casa casi
habitable y comenzamos en 1974. Me impactó cuando en un
momento veo a la directora (Gipsy Iribarren) que estaba pintando
unas paredes del colegio, donde las salas eran de madera, sin
piso, sin cielo y de murallas tablones por donde se veía la antigua
cancha 1 donde después se instalaban las ramadas, no sentí
lástima, porque me animó mucho porque se notaba que había
gente muy trabajadora”, profundizó.


En el establecimiento efectuó clases de primero a cuarto básico y con
el tiempo fue ascendiendo y se transformó en subdirectora. Su última
incursión fue como docente en el colegio Villa San Bartolomé de La
Compañía Alta donde estuvo hasta 1998. De su labor en el recinto a
un guarda una simbólica bandeja que tiene su nombre que recibió
para el día del profesor.
Siente orgullo de haberse transformado en profesora normalista.
“Comenzamos a la edad de 13 años y estar seis años estudiando
salíamos con aspiraciones y ansias de enseñar, había una
vocación especial”, rememora.
Tiene cuatro hijos, Erika Barrera Paz, Oriana Barrera Paz, Alejandro
Barrera Paz y Erik Eduardo Barrera Paz quien falleció a los 33 años.
Alejandro es el padre de la artista plástica, Sandy Barrera Moyano.
Destaca que uno de los pocos testimonios que existe en Las
Compañías de El Tofo es la población y la iglesia Santa Ana, “la cual
se desarmó y se trajo para acá, lo mismo que ocurrió con las
casas”, establece.
MARCADA POR EL TOFO


En su hogar encada rincón hay un vestigio de El Tofo. En una de las
paredes cuelga una antigua fotografía de la dársena en pleno
apogeo, “está en Cruz Grande, llegaba un tren eléctrico de El Tofo
que era el primero de Sudamérica que bajaba por los cerros y
cargaba el mineral a los barcos japoneses e ingleses (…) Ahora,
solo queda una parte y da un poco de nostalgia porque siempre
se tuvo mucha relación con el mineral”, expresa.

Es tal la vinculación que a uno de sus negocios le colocó Cruz Grande
en calle Gaspar Marín con Nicaragua.
En su hogar aún mantiene una fotografía donde aparece con 21 años
y recién recibida con un curso de primer año que los llevó hasta sexto
básico, “recuerdo a varios niños, unos son profesores, uno es
dentista, también han fallecido bastantes “. La imagen la encontró
de casualidad en el centro de La Serena, “la persona que las vendía
me dijo, ‘no me va a decir que esta es usted, sí le dije’ (risas)”.
Confiesa que es una satisfacción encontrarse con alumnos a los que
le hizo clases, “hoy son adultos, pero para ellos aún soy la
señorita Lina, si volviera a rejuvenecer y me preguntaran qué te
gustaría ser, diría profesora”, expresa.
No oculta que le hubiese encantado que hubiera en El Tofo hubieran
quedado mayores vestigios, “algunas casas, pero aún hay gente
que se organiza y concurren al lugar, hicieron una fachada de la
iglesia y le colocaron plantitas”, puntualiza.
Revisa con nostalgia las imágenes del mineral El Tofo y los recuerdos
se conectan con el pasado. “Como niños íbamos a dejarle el
almuerzo a mi padre y nos dejaban ingresar y nos introducíamos
en túneles y andábamos en la bolanda y nos movilizábamos (…)
Ahora no queda nada, aunque debieron haber dejado algo (…)
Nosotros vivíamos en el 400 (busca su casa en una imagen
antigua), era como un estadio porque la cancha de fútbol estaba
abajo, hay mucha añoranza”, revive.

Su padre falleció cuando ella estaba estudiando en la escuela Normal.
RECUERDOS INTACTOS


Olga Rivera Bolados la conoció de cerca. Fue su alumna en la escuela
de Cruz Grande y aún guarda un recuerdo positivo de ella. “Son los
recuerdos de mi infancia, cuando estudié con ella en kinder en la
escuela San Andrés de Cruz Grande, fue mi primera profesora.
Hasta hoy la recuerdo y jamás se me ha salido de mi mente”,
recuerda.

Confiesa que hasta ahora su voz ha sido inconfundible, “una persona
muy amorosa, tenía y tiene todavía una voz dulce. Tuve la oportunidad
de verla días atrás y su voz está igual. Ella también le hizo clases a
mis hermanos. Hay un foto donde aparezco junto a ella y otra dos
están mis dos hermanos mayores, Carlos y Claudio Rivera”.

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