Ana Berrios González: La elegida para seguir adelante con la tradición del Baile Marino
Desde los siete años, la señora Ana ha estado vinculada a la devoción que inspira la religiosidad popular y la Virgen de Andacollo; mientras que, desde los 14, está comprometida con esta agrupación que, junto con la tradición familiar, también se caracteriza por haberle dado la oportunidad a las mujeres para liderarla.
Ana Berríos González es la Jefa del Baile Marino Número 14 del sector Las Compañías, donde su sello familiar es una de las mayores características. El primer encuentro con los bailes religiosos fue a los 7 años cuando su padre la llevó a Andacollo a cumplir una promesa. Se concretó desde el sector de la Cruz Verde hasta las puertas del templo grande de la comuna minera.
“Nos bajamos en la micro y se sacó los zapatos, se arremangó los pantalones y bajó a pies descalzo al encuentro con la virgen. Cuando llegamos a la basílica él se arrodilló y llegó a los pies de la imagen Fuimos solo los dos y me llamó la atención este hecho”, sentencia en conversación con Periódico La Compañía. Esa promesa fue sólo el comienzo de una devoción que la ha acompañado por toda la vida.
Hoy su historia forma parte del proyecto financiado a través del Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Ministerio Secretaría General de Gobierno y el Consejo Regional de Coquimbo, instancia en que nuestro medio rescatará del testimonio de tres mujer que actualmente lideran bailes religiosos en Las Compañías.
UN VIAJE DE FE Y COMPROMISO
A los 15 años, Ana dio sus primeros pasos en el baile religioso, impulsada por su madre, María Magdalena González, quien mantenía contacto con Alba, una de las fundadoras de la agrupación en La Compañía Baja. “Mi madre también pertenecía al baile y en una oportunidad me llevó a mí y a mi hermana (menor), comencé a bailar, ensayar los pasos y me gustó”, enfatiza.
Desde esa fecha, su dedicación ha sido inquebrantable. “Al principio fue porque mi madre me llevó y quise estar. Después conocí a mi esposo (Guillermo Gálvez) y seguí por él, nos enamoramos y posteriormente le fui tomando el sentido lo que es pertenecer a un baile religioso, que no es sólo vestirme y bailar, sino que a través de la danza, llego al señor, siempre he estado ligada a la iglesia y en el camino uno va aprendiendo que lo que hacemos es venerar a la virgen porque es la madre de Dios y que a través de ella, nosotros llegamos al padre”, profundiza con orgullo. .
Reconoce que integrar un grupo y bailar encierra una magia especial. “Hay un gozo de poder estar a los pies de la chinita sobre todo cuando uno ya conoce toda la parte religiosa (…) Es una sensación que uno siente en su pecho y un gozo donde si yo pido algo hay que agradecer. Siempre mi promesa ha sido por salud para la familia y en su momento mi mamá pidió cuando me llevó la primera vez”, subraya con emoción.
Admite que en ningún caso se ha sorprendido por el tiempo que ha permanecido en el baile religioso, “siento la necesidad de estar ahí, que al pertenecer estoy realizando un trabajo por el señor y trato de hacerlo lo mejor que puedo, aunque liderar el baile no es fácil, pero, hay que tratar de mantenerlo activo y buscar las fórmulas para lograrlo”, analiza.
UN MERECIDO ASCENSO
Su ascenso fue progresivo. Hoy la tienen como jefa de la agrupación tras décadas de aprendizaje y puntualiza que lo ha conseguido con trabajo y esfuerzo. “Para ser jefe del baile hay que tener preparación, no es llegar y acceder, porque, además, se requiere mucho tiempo. Nunca pensé que llegaría a este cargo, asistía, bailaba, cumplía y concurría a Andacollo, pero la decisión la adoptó la gente y quizás vieron en mí alguien que reunía los requisitos para llegar y el tiempo. También mucha fe, paciencia y, sobre todo, tiempo, aunque siempre he dicho que el tiempo se lo hace uno”, precisó.
EL LEGADO DE LAS FUNDADORAS
Aunque tradicionalmente los jefes de baile eran hombres, en esta agrupación la historia ha sido distinta, marcada por el liderazgo de mujeres como la señora Clementina Cangana y Elisa Tabilo. “En mi caso no era algo que me preocupara que fueran puros hombres, además que eso había pasado hace muchos años, en nuestro baile, los hombres están en la banda y las que bailan son puras mujeres”, argumenta.
Por más de cuatro décadas la señora Elisa fue la porta estandarte y cuando fallece el 2016 el baile le rindió un homenaje tanto en la iglesia como en el cementerio. “Fue fuerte, nos afectó en el sentido espiritual de no verla más y no tenerla con nosotros. La abuelita Elisa era muy activa, siempre nos incitaba a bailar porque nuestro baile es muy activo y ella estaba siempre ahí y nos decía, ‘salten, agachense. Actualmente existe un vacío porque estas personas fueron las fundadoras del baile y si no hubiese sido por ella, no hubiéramos existido, por lo que queda ese vacío de apoyo porque nos respaldaban bastante”, profundizó.
Su referente fue la primera jefa mujer que tuvo el baile Alba Moreno, “vive fuera de La Serena, pero veía su dedicación, el tiempo, después estuvo la hermana de ella a cargo del baile. Si bien no danzaba, pero sí era una persona muy preocupada, siempre tratando de que el baile no decayera, porque en estos tiempos se están achicando mucho, gracias a Dios el nuestro no, siempre hemos tenido una buena cantidad. Pero, en esto influye bastante que sea familia, porque la mayoría de las integrantes del baile son de la familia de la fundadora, la porta estandarte que es la abuelita Elisa Tabilo que ya falleció, pero la mayor parte de la familia está en el baile”, recalca.
UN BAILE FAMILIAR: TRADICIÓN Y PERTENENCIA
El baile Marino Número 14 es, en muchos sentidos, una tradición familiar. “Gran parte de las integrantes somos familia de la fundadora, la abuelita Elisa. Aunque ya no está, su legado continúa en cada uno de nosotros”, afirma la señora Ana. Su mayor objetivo como jefa es mantener el baile vivo, especialmente en tiempos difíciles. “Es muy complicado hoy en día. Los jóvenes tienen otros intereses, y la participación en la iglesia se ha vuelto menor. No es que les dé vergüenza bailar, sino que les cuesta comprometerse. En nuestro caso, las jóvenes que llegan son traídas por sus madres; nuestro baile es una familia en movimiento”, recalca.
Aunque el futuro de su propio legado familiar en el baile es incierto, Ana sigue esperanzada. “Inscribí a mis hijos desde pequeños, pero con el tiempo decidieron no seguir. Mi hijo mayor está volviendo poco a poco, y eso me da algo de alegría”, admite.
CERCA DEL CIELO Y LA FE
La Fiesta Religiosa de Andacollo es uno de los principales encuentros para los bailes religiosos. Acompañamos a la señora Ana Berrios hasta la comuna minera donde se vive el epicentro de la religiosidad. Seguimos sus pasos al encuentro con la imagen de la ‘chinita’ y despliegue de liderazgo al interior del grupo. “La sensación es de cansancio, pero un cansancio agradable porque el hecho de estar en Andacollo, nos da la oportunidad de agradecer por la vida que tenemos que ha sido buena y no me puedo quejar (…) Estamos con bastantes molestias en el cuerpo, pero estando acá todo eso pasa”, puntualiza.
Frente a la imagen de la Virgen, la señora Ana expresa un agradecimiento profundo. “Es gratitud por cada día. He tenido una vida buena, y a través de la Virgen llegamos al Señor. Ese es el final que espero: llegar a Dios”, reflexiona mientras el baile rinde homenaje a la Virgen.
UNA APUESTA POR EL FUTURO
Hoy, la señora Ana camina con la mirada puesta en fortalecer el baile y en asegurar su continuidad. “Le pido a la Virgen que ilumine a las más jóvenes para que puedan perseverar, y a las más adultas, que les dé la fuerza para seguir. Esto cansa, sí, pero la fe nos da la energía para continuar. Lo hacemos con devoción y agradecemos lo bueno y lo malo, porque todo nos enseña algo”, confiesa.
A veces, la emoción de este legado la supera, pero su espíritu es inquebrantable. “Es difícil, a veces cuesta, pero entre todas nos apoyamos. Cuento con segundas y terceras jefas en las filas, y ellas son un pilar fundamental. Que orgullo que las mujeres lideremos una institución que no es pequeña, porque somos más de 40 personas. Desde pequeña estuve en el baile, y hace cuatro años asumí como jefa. Aunque tengo algunos problemas de salud, seguiré hasta que Dios lo decida; el día en que ya no pueda danzar, daré un paso al costado”, concluye con una mirada de serenidad y determinación.