Félix Álvarez, el legado de precisión y superación
Se convirtió en el personaje que desde Las Compañía recorrió los principales programas de Televisión demostrando como a pesar de su capacidad diferente, desarrolló con maestría una labor con alta precisión, su deceso estuvo alejado de las cámaras y solo fue despedido por su círculo más cercano.
En la población El Libertador estaban orgullosos de tener un vecino con fama mundial. Félix Eduardo Álvarez más conocido como Yayito, se había ganado el cariño de una población entera que conoció su gran hazaña de transformarse en uno de los pocos torneros ciegos que existía en Chile.
En la década del 70’, 80’ y parte de los 90’ su caso conmovió al país luego que los principales programas de televisión mostraron su historia Su habilidad simplemente era interpretada como fuera de serie. En julio de 2002 y para un trabajo universitario concedió una entrevista que se convirtió en uno de los últimos registros periodísticos de su labor.
Yayito fue un claro ejemplo de superación. A pesar de su ceguera presentada al nacer, siempre realizó una vida completamente normal. Desarrolló otras cualidades como mueblistas, aunque no ocultaba las frustraciones producidas cuando tuvo que resignarse a ser ciego.
Pero este no era el único mérito, también tenía el record de ser uno de los pocos torneros ciegos existentes en Chile. Este atributo lo elevó a la categoría de figura nacional y mundial. Su fama traspasó las fronteras, siendo reconocido incluso en Estados Unidos y Europa. Para él, el secreto fue uno solo: perseverancia y ganas de trabajar.
En esta entrevista realizada en el año 2002, Yayito expresó la importancia que tuvo su padre en el gran giro que dio su vida. A pesar de los esfuerzos, Yayito no pudo acceder a una escuela especial, pero su progenitor fue clave al darle una oportunidad en una actividad que parecía estar vedada por su condición. “Yo quise trabajar y un día mi padre me dijo “qué necesitas Yayo”, “pásate el torno papá”, le respondí. “Hazlo tira, el torno es tuyo”, me indicó y él me dio ánimo para aprender a trabajar. Tengo que agradecerle a mi padre”.

UN TRABAJO DESTACADO
Verlo trabajar en el torno era un deleite. Sabía su oficio al revés y al derecho, pero lo más impresionante era constatar cómo una persona no vidente podía dominar una máquina de precisión como un torno a la perfección. “Hay muchas cosas que uno puede explicar. Sé cuando están pulidos o tienen fallas y para utilizo la lengua y la dentadura”.
La independencia fue una de las cualidades que más se le reconocía a este hincha de Colo- Colo, admirador del Chino Ríos y fanático del tango y el bolero.
Quienes lo veían trabajar por primera vez quedaban asombrados con este personaje que también vivía de mestas y proyectos. “Mi único sueño ahora si Dios me diera un premio de Lotería, es que tendría un terrenito para arbolitos, soy tonto por los árboles”.

Nació en el seno de una familia humilde y trabajadora que hizo todo lo posible por lograr su rehabilitación, pero no hubo caso. “Yo asumí (la ceguera) cuando tenía 6 meses. Fuimos a Santiago y mi papá luchó mucho. Desgraciadamente éramos pobres. Cuando uno es pobre no hay posibilidad. Tenía el ojo hinchado y hasta los 22 años anduve con los ojos para afuera. Se me iban los ojos de dolor, estuve días con un dolor tremendo”.
Cuando se refería a su ceguera siempre fue directo. “No podemos pensar que somos ciegos aquí, que somos ciegos allá. Lo que me da pena a mi es cómo en La Recova hay gente que pide limosna. Eso me da pena y rabia. Son jóvenes y piden dinero, lo encuentro horrible. Yo he hecho cualquier pega, para como uno lo hace”.
Yayito se sentía orgulloso de los logros alcanzados. Estaba consciente del esfuerzo que había desplegado. “Para ser lo que soy ahora, me costó mucho. Para tener el taller pasé hambre y miserias. A nadie molesto por una letra, todo lo pago por los propios medios”.

A Yayito le cargaba que lo trataran como un discapacitado, sobre todo porque en su vida había demostrado con creces sus capacidades. “Yo no pido nada. Acá han venido muchas personas, a un le ofrecen una cosa y otra, hasta pan han traído… Aquí llegó un señor ofreciendo este mundo y el otro. Ofreció que me iba a jubilar, salió (elegido autoridad) y se olvidó todo. Con los políticos no se puede”.
La independencia fue una de las cualidades que más se le reconocía a este hincha de Colo-Colo, admirador del Chino Ríos y fanático del tango y el bolero. Recorría sin problemas cada rincón de su hogar en la calle Juan Martínez de Rosa, población El Libertador en el sector de Las Compañías. “Sé donde están todas las herramientas, todo lo conozco como la palma de mi mano”, sentenció.
LEJOS DE LAS CÁMARAS
En el 2002 su salud se comenzó a deteriorar y su vida se fue apagando lentamente hasta fallecer en el 2009 rodeado de su familia, pero lejos del reconocimiento de la comunidad que había valorado sus logros y solo fue despedido por su círculo más cercano.
Su hermano German, quien conversó con Periódico La Compañía en el año 2014 reconoció que aún no podía asimilar el deceso. Junto a Yayito trabajaron más de 40 años juntos. “Tenía muchas cualidades, se fue un personaje de Las Compañías y de La Serena y el país en general”, si bien en ese entonces Germán continuaba realizando esta actividad, actualmente la tuvo que dejar producto de las consecuencias de la pandemia del covid-19 y un accidente laboral.

En lo que fue si taller y hogar hoy vive su hijo Edgardo quien mantiene un recuerdo de las cualidades y talento de su padre. Se trata de un velador que confeccionó y que le acompañó siempre. Aunque él no continuó con su misma labor, está empeñado en que su recuerdo perdure.
Junto al torno que trabajó Yayito, su hijo Edgardo conversó con Periódico La Compañía en donde reconoce con nostalgia que su padre era muy querido por sus vecinos, “al vecino que le pregunte le van a hablar muy bien, porque era muy bueno”

Admite que, al tener el taller intacto, es un recuerdo muy bonito, “el dejó esto acá y yo lamentablemente como no trabajo en los fierros lamentablemente no aprendí, por leso. Esto que me dejó mi padre yo debería haberlos estado trabajando”.
Del mismo modo y entre lágrimas recuerda que su padre siempre le inculcó que siguiera su misma labor, “siempre me dijo que aprendiera, me decía “que como no tenía estudio que aprendiera, puedes trabajar en el torno haciendo los trabajos, no estar en la calle barriendo calles, tenías una maquinaria para trabajar y no la aprovechaste”.
Actualmente su torno y herramientas emergen como uno de los testimonios de su labor y talento de Yayito cualidades que se terminaron de extinguir junto con su vida.
Proyecto financiado por el Ministerio Secretaría General de Gobierno y el Consejo Regional.




