RAMY: una marca registrada que conquistó el éxito
A mediados de los ’80 Elio Olivares partió el desafío de conformar una agrupación que combinaba el talento musical de Daniel Sepúlveda y la creatividad inagotable de Raúl Ramírez que fabricaba sus propios instrumentos, logrando imponer un estilo que cautivó en los diferentes escenarios.
Entre noviembre y diciembre de 1989 las campañas políticas se tomaron la Región de Coquimbo y cada comando recurría a las actividades bailables para captar adherentes en las concentraciones. En ese ambiente un grupo comenzó a llamar la atención por su estilo y la potencia. Se trataba de RAMY y se hablaba del grupo del momento. Pero, su historia había comenzado varios años atrás.
Lo integraban Elio Olivares, Daniel Sepúlveda y Raúl Ramírez. Partieron en la localidad de Algarrobito, pero con el tiempo terminaron anclando en Las Compañías. Si bien actualmente no están vigente, su historia está instalada en las diferentes poblaciones, clubes deportivos y organizaciones.
Para este proyecto periodístico nuestro medio se reunió con los principales fundadores.
Raúl Ramírez llegó a la entrevista con un clásico. Un bajo que él mismo fabricó. “Está hecho con una madera reciclada que llegó de China en un ‘palet’, destaca. En todo caso, admite que no es el instrumento original tipo violín que elaboró en 1978 con el que dio inicio a un sueño en la localidad de Algarrobito. “El primer bajo lo fabriqué con el cuerpo igual, pero de pino nacional y un cuello de eucalipto y me dio buen resultado”, destaca.
En estos detalles el grupo RAMY marcó la diferencia. De hecho, con su talento no sólo elaboró el bajo, sino la guitarra que ocupó Daniel Sepúlveda y gran parte del sistema de sonido que instalaban en las presentaciones. “Cuando a uno le gusta tocar o crear un instrumento propio es lo más lindo. Uno siempre tiene la ilusión de ser músico”, puntualiza.
Su vinculación con la música fue a través del restaurante y quinta de recreo de su familia en Algarrobito. “Escuchaba los temas que ponían ahí y eso me llamaba la atención, sobre todo la profundidad, levándome en particular a tocar el bajo ”, subraya.
Daniel Sepúlveda es un apasionado de la música y la comenzó a cultivar a los 5 años en la localidad de Santa Gracia donde acompañado de su hermana vivían junto a sus abuelos. Aún rememora cuando su abuelo compró una radio a pila, “y me llamó la atención esa caja cuadrada tan bonita y me preguntaba ‘de donde sale la música’ y me cautivó. De ahí empezó todo y el gusto por la música”, detalla.
Pero, no fue lo único. Su abuelo también guardaba en un saco un instrumento que igualmente lo cautivó. “Una cosa tan bonita con cuadrados de colores y unos botones blancos. Era un acordeón y también cuando chico me llamó la atención que en la muralla había un saco blanco amarrado y se veía, para mí, unas ruedas, pero era una guitarra antigua ‘española’”.
Posteriormente Daniel se trasladó a la localidad de Lambert donde acentuó su cercanía con la música. “Había una fuente de soda y lugares donde la gente tocaba. Para la fiesta de septiembre se hacían ramadas y eso más me llamó la atención porque escuchaba temas de Santana y Los Fénix. Mi primera guitarra fue prácticamente de cartón, porque hacía como que estaba tocando. Mi sueño era tener una y aprendí justamente en la guitarra de mi abuelo, aunque no le gustaba mucho. Seguí con eso y empecé a hacer mis notas, nadie me guio. Uno tiene que irlo descubriendo y desde ahí surge el gusto por hacer música”
En Algarrobito Raúl integraba el grupo ‘Advance’ y en Lambert Daniel conformaba otra agrupación y con el tiempo terminaron integrando una agrupación junto al baterista Eliodoro Olivares.
Daniel recuerda que a Elio lo ubicaba del liceo José Tomás de Urmeneta de Coquimbo y estudiaba un curso más arriba, “generalmente en los recreos nos juntábamos y en los actos siempre hacia música y él se dio cuenta que yo tocaba”. En una oportunidad lo invitó a Algarrobito donde estaba programada una actividad y faltaba un guitarrista. En el evento conoció a Raúl Ramírez. “Yo hacía instrumentos bien artesanales con el logo ‘RAMY’ (apellido familiar). Daniel me integró como bajista porque le gustó lo que hacía, uno nunca se da cuenta lo que sabe y él advirtió que servía para el proyecto que había, pero estaba en el aire el nombre y tocamos varias veces sin nombre”.
Aunque está consciente de sus cualidades para las obras manuales, Raúl admite el talento artístico de Daniel. “Musicalmente Daniel era el que la llevaba, para mí fue un maestro, me inspiró y apoyó para que fuéramos a la par, aunque nunca lo alcance, pero le hicimos empeño”.
El estreno como RAMY fue en una fiesta en el Fundo Recreo de la familia Mery en Algarrobito. “No tenía guitarra, me acuerdo que alguien me dijo ‘ahí hay una’, efectivamente, Raúl había hecho una, la toqué y me encantó. Tenía un sonido exquisito y nos quedamos con ella porque era especial”, rememora Daniel.
Actualmente Eliodoro Olivares tiene 53 años y vuelve a las raíces del grupo. Recuerda que con Daniel habían coincidido en el liceo industrial y en el internado del Insuco en Coquimbo. “Ahí conocí a Daniel, ‘el loquillo’ y nace un poco la idea de meter bulla. Nos dimos el tiempo y mientras estudiábamos hacíamos algo de música y empezamos los fines de semana a tocar de apoco. Nos fue bastante bien y en ese tiempo no estaba el sound y recorrimos gran parte de la región. En el caso de Raúl, era un poco ‘el giro sin tornillo’. Uno le pasaba un palo y hacía una guitarra. El Daniel y Eduardo Gómez, Cubilla, un cantante que teníamos, llegaban a mi casa. Mi mamá los acogió como hijo prácticamente y de ahí pudimos salir un poco a meter bulla… Al Daniel le dicen el ‘paila’ por el oído musical y en mi caso igual, por oída me fui metiendo en el tema y hasta el día de hoy amo la música”, subraya.
Para Daniel, Raúl “es de otro planeta, porque inventa cada cosa, por ejemplo, la tumba, que todo se preguntaba quién la tocaba la tumba, si eran tres muchachos que estaban arriba del escenario y tocaban canciones de Capítulo V, los Cumana, Sonora Palacios, yo lo intentaba por lo menos hacerlo a dos tonitos y para llenar un poquito”.
El inicio en 1984 no pudo ser más auspiciador. Incluso, se daban el lujo de telonear a grupos consagrados como Kumankú y Creencia. “Abraham Rojas, guitarrista de Kumakú, en ese tiempo tenía una guitarra increíble, pero generalmente cuando tocaba con la de Raúl me gustaba más”, recalca Daniel.
Las expectativas siempre fueron en grande. “Uno siempre quiere ser más y estar a nivel de grupos como los Zenith y Creencia. Buscábamos la superación y nunca ser envidioso. La proyección era llegar a grabar”, recuerda Raúl.
Estaban conscientes que no era fácil, sobre todo porque el grupo lo integraban sólo tres personas. Posteriormente debieron enfrentar la partida del baterista Elio quien se vinculó a Carabineros. “Ahí buscamos a un muchacho que asistía siempre a la Quinta con sus papás y se subía a tocar un rato: Juanito Cortés Pereira”.
Daniel confiesa que en lo personal sus expectativas eran aterrizadas. “Mi sueño consistía en pasarla bien en el grupo, crear y tocar mis canciones y ver que la gente bailara. Con eso yo me sentía pagado, porque como bien dice ‘Ruli’, por ejemplo, el grupo Creencia era un referente y muy ordenadito para tocar. Desde pequeño los he admirado. De hecho, somos amigos de los chiquillos de la banda y el grupo Zenith”.
Igualmente destaca que dieron un paso importante cuando a principios de los ’90 integraron al tecladista José Cornejo.
Raúl igualmente dice estar conforme con lo obtenido y sobre las expectativas futuras tiene su propia teoría. “No logramos un éxito mayor porque éramos pocos músico. Eso no nos llevó a estar en un peldaño más arriba a pesar de haber tenido muchos contratos“, confiesa.
En todo caso reconoce que sí se sentían valorados, aunque insiste que eso no se tradujo en contratos para un evento de mayor envergadura. “Decían, ‘bonito grupo’, pero nunca nos llevaron a donde nosotros queríamos ir. Por ejemplo, La Pampilla (Coquimbo) era inalcanzable”, plantea Raúl.
En Las Compañías al grupo se les tendió la mano. Daniel es agradecido de Ivar Villarroel y Patricio Alcorta, “quienes nos abrieron las puertas por La Compañía y los alrededores porque trabajaban en la Quinta Rivera. Ellos en una fiesta de Algarrobito nos vieron tocar y me acuerdo que Patricio se acercó y nos dijo ‘este grupo quiero tener’ y así fue. También tocamos en la quinta Vergara (Pituco) y de ahí en los clubes deportivos. Tocábamos todos los fines de semanas y no parábamos”.
En los casamientos tocaban de todo. Incluso, aún recuerdan cuando interpretaron una melodía árabe. “Teníamos un casamiento y cuando llegamos nos dijeron que tocáramos árabe y quede marcando ocupado, porque jamás habíamos interpretado eso. Entonces Daniel empezó a improvisar en la guitarra algunos acordes, yo no tenía idea de música árabe y a la gente le empezó a gustar”, recuerda Raúl.
Daniel complementa que el ritmo llamó la atención, “por lo menos sacamos el casamiento adelante (risas)”.
EL IMPACTO DEL ESTILO SOUND
La vida de RAMY se extendió hasta el 2000, aunque tanto Raúl como Daniel coinciden que la culminación del ciclo fue en buenos términos. “Igual seguimos siendo muy amigos, no fue un factor que peleamos. La mayoría de los grupos que se separan es porque hubo conflictos. Como grupo no estábamos rindiendo como nosotros queríamos”, expresa Raúl.
Pero, además, Daniel admite el impacto del sound. “Me sentí un poco bajoneado porque nos dábamos cuenta que apareció la onda sound y estos grupos traían tremendas amplificaciones y nos aplastaron. Nosotros intentamos de hacer lo más posible, después Juanito dejó la banda y entro Cristian Acuña. Nos dábamos cuenta que faltaban más personas arriba del escenario y esas cosas empezaron a desgastarnos y nos dábamos cuenta que no podíamos surgir un poco más. Personalmente fue una decisión de la vida, aunque siempre le dije a Raúl, ‘si alguna vez nos separamos o se termina, por favor como amigos, como siempre fuimos’. Hasta el día de hoy tenemos contacto con José Cornejo, Cristián Acuña y con el ‘Ruli’ hemos conversado siempre que esa era la idea, no importa que algunos partieran con otro proyecto”, enfatiza.
Tras la separación Raúl se dedicó a entregar el servicio de amplificación de sonido. “Di vuelta la hoja y dije no toco más y me dediqué a amplificar”. Sin embargo, con el tiempo terminó integrando el conjunto de música ranchera Los Diamantes Norteños, donde por un periodo igualmente estuvo Daniel, “yo era más tropical, no tan ranchero, pero de apoco fui ‘parchando’ hasta que después se retiró el bajista y los integrantes me incitaban a tocar el bajo”.
CONTINUACIÓN DEL LEGADO
Sobre la continuación del legado tanto Raúl como Daniel tuvieron experiencias distintas. Los hijos de Raúl no continuaron en el ámbito musical, “a veces el destino te tiene preparada otra cosa. Cada uno busca su proyección, pero nunca soñé con que un hijo fuera músico como yo, porque uno sabe lo duro que es también”, plantea.
En el caso de Daniel, confiesa estar orgulloso de que su hija, Daniela siguiera sus pasos. “Cuando ensayábamos ella abría la puerta y miraba y cuando estaba sola me daba cuenta que empezaba a tocar. Ya tenía un ritmo y es porque la batería es un complemento increíble en los pies, las manos e ir coordinando un ritmo. Nos dimos cuenta que la Daniela podía tocar, pero nunca pensamos en seguir e integrarla a ella”.
Daniela tuvo la oportunidad de estudiar batería “y generalmente siempre el tema penoso del músico es que tiene que tener otro trabajo porque la música es difícil y cuesta. La Danielita tuvo el gran orgullo de tocar la batería con uno de los grupos más grandes de Chile como son Los Jaivas. Con humildad llegó allá y talvez con ella, porque le gusta mucho tocar, el pulso de Raúl en el bajo (se puede concretar un reencuentro)”, admite.
Con su hija concretó varios proyectos de bandas emergentes, “ella era la baterista, yo el guitarrista y cantaba y dos compañeros músicos, José Luis Jiménez y Robinson Rojo. Nos reinventamos para continuar y por circunstancias de esta vida no nos llevó a seguir surgiendo en algo y también se terminó el grupo”. Sin embargo, en medio de la pandemia a finales de octubre de 2021 en sus redes sociales Daniel destacaba el regreso a las tocatas con su banda Dany.
LA OPCIÓN DEL REENCUENTRO
Reconocen que en algún momento pensaron en volver a reunirse. “Pero eso dependen que se den las cosas”, estima Daniel. Raúl es más directo. “Creo que el destino nos va a juntar porque tuvimos esa experiencia bonita de tocar juntos y terminar como amigos. Yo remataría con Daniel como ya en las últimas recordando el grupo. Creo que el destino nos va a juntar porque tuvimos esa experiencia bonita de tocar juntos y terminar como amigos”, plantea Raúl.
Daniel es categórico. “Yo me voy a morir en la música, haya o no logrado algo, es lo que siempre he dicho. Soy una persona muy agradecida de Dios por el talento, a lo mejor por lo poco y nada que puedo saber, pero esto (tocar la guitarra) me ha dado mucha vida y ser una persona muy realizada y he conocido muchas amistades por esto que es la guitarra”, sentenció.
Proyecto financiado por el Ministerio Secretaría General de Gobierno y el Consejo Regional de Coquimbo.