Los recuerdos de don Daniel García que lo conectan con la CCU y el fútbol
Por 25 años trabajó en la fábrica de cervezas del centro de La Serena y jugó en la cuarta especial de Club Deportes La Serena, hechos que terminaron marcando su vida, lo mismo que el cariño que posee por Las Compañías, donde, al igual que su compadre José Armando Rojas (‘Platacho’) brilló en Estrella Roja.
La publicación de la historia de José Armando Rojas Portilla (‘Platacho’) caló hondo entre quienes conocieron sus dotes de futbolista y su pasión por los camiones y Las Compañías. La mayoría destacaba sus cualidades y la importancia que se reconociera su trayectoria y el cariño que poseía por el club deportivo Estrella Roja. En el equipo también jugaba don Daniel García Rojas (69) con quien se transformaron en compadres.
Es parte de la tercera generación que nace en La Compañía antigua (lo remarca). Primero estuvo su abuelo y luego su padre Daniel Segundo García Gutiérrez. “Mi infancia era el estudio y el trabajo”, recalca a Periódico La compañía en la localidad de Las Rojas donde vive actualmente.
El inmueble familiar estaba en calle Gaspar Marín entre Santo Domingo y Panamá, “al principio había sólo tres a cuatro casas en ese sector. En el Buitrón (Hoy calle Nicaragua) habitaban más personas”, rememora.
Cursó su escolaridad en la Escuela N°17 cuando el establecimiento estaba en Vicente Zorrilla al llegar a Avenida Islón donde actualmente funciona un club de rayuela, “antiguamente habían pocas casas y el resto era agricultura donde sembraban papas, cebolla, tomates y choclos”, puntualiza.
Igualmente su infancia se vincula con el sector El Escorial (ruinas de Lambert) y creció con los relatos de la existencia de un túnel que conectaría con el centro de la ciudad. “A veces después del colegio nos metíamos a ese túnel, aunque era complicado porque había mucho derrumbe, pero las personas antiguas decían que llegaba a la misma ciudad. Pero, después con los edificios y casas se fue tapando todo… Se decía que era para transitar en invierno, cuando no se podía por arriba y la gente lo hacía por este túnel”, sentencia.
A los 20 años comenzó a trabajar en la fábrica de cervezas, CCU en 1970 y aún recuerda sus traslados al trabajo por un incipiente puente de madera. “Era colgante y en el medio habían palos para cruzar y pasé muchas veces. Mi papá Daniel trabajó cuando era Floto desde 1950 hasta 1987”, recuerda.
Integraba una familia de diez hermanos, “en ese tiempo para trabajar exigían ser bueno para el fútbol y tener el servicio militar al día. Empecé a barrer y luego pasé a embotellación y cargar cajas de 36 botellas que pesaban como 50 kilos. Tengo buenos recuerdos porque entré con una escoba y salí como fogonero y empleado”, enfatiza con orgullo.
Se desempeñó en la compañía 25 años cuando dejó de fabricar los productos en La Serena y optó por traerlo desde Santiago. “Estuve hasta 1995 y jubilamos en forma anticipada a los 45 años, pero no me quedé ahí y me fui a trabajar al mineral El Indio por intermedio del fútbol y luego en Punta de Teatinos en una fábrica de mármol”, se explaya.
Pero, igualmente recuerda su paso por la farmacia Brand donde finalmente logra acogerse a jubilación y se vincula en el rubro de las botillerías y que hoy ocupa gran parte de su tiempo. Incluso, esta actividad le permitió cumplir el sueño de asistir al mundial de fútbol de Francia 1998 y ver, en vivo y en directo, a la selección chilena que retornaba a una cita deportiva después de 25 años. Lo concretó luego que la CCU le regaló pasajes y la estadía como premio por las ventas alcanzadas de los productos. “Como todos los años cumplíamos la meta nos daban un regalo. En ese tiempo tenía como 5 botillerías. La empresa nos trató muy bien. También estaban invitados, Chamaco Valdés y Leonel Sánchez, a quienes conocía por el fútbol, luego que en ese tiempo jugaba en Club Deportes La Serena en cuarta especial. Siempre sigo a mi ‘serenita’ y ando con mi camiseta (la muestra con orgullo). Asistía al estadio todas las fechas, cerraba la botillería y me iba”.
Actualmente el negocio de las botillerías lo maneja uno de sus hijos y él está dedicado a descansar por algunas semanas. De hecho, hoy está radicado en la localidad de Las Rojas donde vive con su esposa.
UNIDOS POR EL FÚTBOL
Su pasión fue el deporte y, sobre todo, el fútbol. En el barrio integró el club Estrella Roja donde fue compañero de José Armando Rojas Portilla (Platacho). “Mi compadre jugaba de defensa central y mi puesto era de seis. De ahí viene mi apodo de ‘chatarra’, por ser el más marcador, quitaba y guapeaba de atrás por el peso que tenía (55 kilos). Era fuerte de genio y metía la pata”, exterioriza.
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Recuerda que antes de Estrella Roja al club se denominaba Los Diablos Rojos, “nosotros hacíamos cancha en cualquier lado porque era mucho el terreno que había. Por ejemplo, antiguamente se hacía La Pampilla para el 18 de septiembre en calle Enrique Campino entre Bolivia, Perú, Colombia, Panamá y hasta Venezuela. Ahí corrían caballos y hacían ramadas. Todo era muy lindo. Nunca pensamos que Las Compañías crecería tanto. Ya va llegando hasta El Brillador”.
Luego de integrar el Estrella Roja pasó al club de la CCU y posteriormente a Los 11 corazones que pertenecía al Regimiento 21 Arica (hoy Coquimbo).
ORGULLO FAMILIAR
Su esposa Simona Tapia nació en Condoriaco y están próximos a cumplir 50 años de casados. En la década del ’50 sus padres se radicaron en calle Bolivia con Gaspar Marín de Las Compañías. “Fuimos los primeros que llegamos y todo era llano”, recuerda. Es por ello que nunca se imaginó el desarrollo que con el tiempo alcanzaría el lugar. “Ahora hay luz eléctrica y agua potable. En ese tiempo mi padre nos hacía unos ganchos para llevar un tarro en cada lado e ir a buscar agua al canal (Jaramillo). Esa era el agua que se tomaba, se hacía el almuerzo y nadie se enfermaba…Nunca pensé que con los años se poblarían, por ejemplo, los altos de El llano”, sintetiza.
Conoció a don Rubén jugando futbol, “por eso no le podía quitar ese hábito porque era su hobby, por lo que había que aguantarlo, pero a los 55 años terminó de jugar. De ahí en adelante, no más pelota porque se podía fracturar, pero hemos sido felices con altos y bajos. Somos un matrimonio bien constituido. Hay que tener paciencia, tolerancia y conversar las cosas”, subraya.
Marcelo García Tapia admite estar orgulloso de su padre. “Lo admiro mucho, además que tiene cantidades de anécdotas, donde algunas no las saca a relucir y las tiene guardadas, para en algún momento las conversará en familia o en alguna reunión. En Las Compañías es un personaje”, subraya.
Rubén García tiene 32 años y reconoce que aún se sorprende de la radiografía que sus padres le entregan de Las Compañías de antaño y la que él conoce actualmente. “Finalmente lo que ellos nos cuentan es tan distinto. Por ejemplo, que andaban en victorias (coches). Que no había alcantarillado, no estaban las calles pavimentadas y no había electricidad. Es otro Chile que conocí en mi infancia y uno empieza a recrear en la mente de cómo era Las Compañías en ese momento. Además, que mi viejo se ha sentido muy perteneciente a su territorio y que ha sido criado ahí y por eso decidió seguir viviendo en Las Compañías”, remarca.
Muy bonita historia de mi padre les agradezco al periódico la compañía gracias x todo saludos