Kumankú: el sueño dorado de los hermanos Rojas
A finales de la década del ’70 se juramentaron conformar una agrupación que diera que hablar y lo alcanzaron con creces, llegando a los principales programas de televisión. Sin embargo, actualmente está en el recuerdo luego de la muerte de sus fundadores, pero su legado musical continúa.
La agrupación musical integrada por Abraham y Antonio Rojas quedó inscrita en Las Compañías como una de las orquestas que logró traspasar las fronteras en un sector que a finales de la década del ‘60 estaba lejos de experimentar el boom inmobiliario que vive hoy.
No sólo conquistó un espacio entre los grupos con mayor proyección en la Región de Coquimbo, sino que consiguieron grabar cuando pocos lo hacían. Pero, Los Ases del Ritmo en principio y luego Kumankú, llevaron su talento fuera de Chile. Igualmente aún se recuerdan sus presentaciones en exclusivas hosterías y centros de eventos, pero también en bailes a beneficio de la instalación del agua potable y el alcantarillado en Las Compañías cuando las calles eran de tierra y los servicios básicos precarios Reconstruir su historia no fue fácil luego que sus líderes fallecieron. Sin embargo, en el barrio en que surgieron musicalmente, aún están latente sus primeros pasos y en su entorno cercano concuerdan que dejaron un legado.
SELLO PROPIO
Una entrevista en un programa de televisión (Vive La Serena) de la productora Rendermax en el 2011 fue el último registro de Antonio Rojas, uno de los fundadores de la orquesta. En la nota de prensa relató cómo se formó la agrupación y el exitoso camino recorrido. Su hermano Abraham Rojas se había graduado de profesor y cultivaba la música folclórica que enseñaba a sus alumnos. En paralelo tocaba la guitarra. “Y le gustó mucho tocar y de ahí con Bernabé hicieron un dúo. En ese entonces me dicen ‘y tú cómo no tocas batería’, ‘pero hermano yo no le toco nada a la batería’, le respondo. Pero, me ensañaron a tocar ellos”, rememoraba.
Antonio aún tenía grabada esa anécdota. “Me acuerdo que para un 18 de septiembre estábamos en plena fecha y no sabía tocar cueca y me amarraban el pie para poder hace el ritmo del bombo y otro me tomaba la pierna y me enseñaba y me resultó y de ahí me hice músico”, enfatizaba.
María González es prima de los hermanos Rojas que fundaron e impulsaron el grupo en el barrio de calle La Estrella de La Compañía Alta y admite que se criaron en una población completamente distinta a la de hoy. “Los sitios que entregaban estaban pelados, mucha oscuridad, porque a los años después se pudo colocar la luz y luego el agua. Este territorio se caracterizó por ser un muy buen barrio. Por ejemplo, La panadería Modelo aún sigue, pero no con los mismos dueños, porque fallecieron”, profundiza.
Reconoce que a su primo Abraham desde pequeño le gustaba la música, “hacía como que tocaba la guitarra en un tarro, siempre le gustó. Fue el primero que empezó y después se le unió Antonio con la batería y luego llegaron otros amigos del barrio. Pasaron muchos integrantes por el conjunto. Por ejemplo, Juan Aranda, David Godoy y el ‘nolo’ Garay”.
Recordadas fueron las presentaciones en la cancha del sector de la Plaza Villa San Bartolomé. “Siempre se esforzaron en convertirse en más profesionales. Después con el tiempo cuando dejaron de ser ‘Los Ases del Ritmo’ y pasaron a ser Kumankú tuvieron el deseo de grabar y sacaron sus canciones. Nacieron en Las Compañías y sus primeras actuaciones fueron en la década del ’70. Siempre contaban como habían empezado y lo alcanzado. Tenían muy buena reputación en todas partes. Siempre estábamos juntos, éramos como hermanos”.
Abraham era profesor y ejerció su profesión en un colegio en Tierras Blancas. “Muchos niños aprendieron a tocar con ellos. Hacía clases en la misma casa, como los huertos eran grandes tenían su espacio para ensayos”.
Con el tiempo los hermanos se trasladaron al centro de La Serena. Abraham se fue a vivir al Barrio Universitario y Antonio cerca de La Recova, “pero nunca dejamos de tener contacto”, recuerda.
Sobre el origen del nombre, Antonio en la entrevista de prensa entregó su versión. Recordó que su hermano Abraham comenzó a buscar en una revista, “en el cual encontró Makanunka, un pueblo donde se produce cacao, el platano y todas esas cosas del trópico y a la vez estaba Kumankú, entonces mi hermano dice ‘aquí está’, o nos quedamos con Makanunka o con Kumankú”. Al final se inclinaron por este último.
La carrera fue meteórica. Incluso, en los ´80 se transformaron en frecuentes invitados de los programas de TV, sobre todo en los bailables de fin de año. “Fuimos siempre muy cautos en no faltar el respeto, en no atropellar a nadie por el éxito que teníamos. Fueron maravillosos esos años que fue en los años 78’ como hasta el 90’, pero nosotros como Kumankú siempre respetamos a todo el mundo. Estuvimos con los músicos buenos y malos y siempre apoyamos a las personas y no se nos fueron los humos a la cabeza. Fuimos unas personas precautorias y nosotros poníamos las órdenes en el grupo y le decíamos a los niños cómo ellos debían ser, siempre condescendientes con la gente y a todas las peleas, bailes chicos y grandes se tocaba igual”, reconocía Antonio.
Rojas admitía los logros que habían alcanzado gracias a la música. “La música me dio muchas cosas, educar a los hijos que es lo más importante que son todos profesionales y ahora estoy siguiendo con mi nieto. Ellos están aquí conmigo y pienso darle hasta (…) claro que ya no estoy con el éxito que tenía antes, pero estoy tocando igual”.
EL RECONOCIMIENTO EN PRIMERA LÍNEA
A Durka Rojas González le vuelven los recuerdos cuando se le pregunta sobre la historia del grupo, primero como Los Ases del Ritmo y luego Kumankú integrada por sus hermanos Abraham y Antonio Rojas. De paso rememora las ramadas organizadas por su madre donde en más de una oportunidad tocaron como grupo para apoyar el emprendimiento familiar. “La verdad es que en calle Estrella éramos una familia muy querida, porque mi madre hacía una ramada en la cancha (hoy plaza San Bartolomé). Fue famosa, porque era la primera que existía”, aunque admite que en su caso aún era una adolescente y no la dejaban involucrarse. “Abraham fue el promotor del grupo, siempre lo quería tener. Fue profesor de castellano y música y de ahí se le empezó a meter en la cabecita y el bichito. Donde tocaban guitarra, allá se iba a meter. Como era profesor de música en Tierras Blancas le dijo al papá que deseaba una guitarra eléctrica y se la compró y luego le dijo a mi hermano ‘toño’ que también tenía que tocar algo porque formarían una orquesta. Empezó con el tema de las timbaletas y luego en la batería y gracias a Dios les fue muy bien en la vida como músico”, recordó.
El éxito fue casi instantáneo. De paso la experiencia familiar con la ramada, que luego se extendió a la exposición de Peñuelas, le permitió codearse con la elite de los grupos musicales como La Sonora Palacios y Tomy Rey. “Los niños tocaban con ellos y siempre iban a la casa. Mis padres estaban felices porque donde se presentaban mis hermanos el local se llenaba. Ellos decían que algún día saldrían de acá y efectuarían giras. Y lo lograron al recorrer escenarios de Argentina y Perú”.
Juan Ricardo Tabilo es hijo de Osvaldo Tabilo, el patriarca de las ramadas en La Compañía Baja Tabilo destaca que el grupo Kumankú se caracterizaba por la calidad de sus instrumentos. “Al final uno decía ‘estos equipos no se conocen, quizás serán malos’, sin embargo, cuando uno fue creciendo y conociendo un poco sobre las marcas y de los buenos instrumentos y equipos de amplificadores nos dimos cuenta que no sólo ellos, sino que muchos músicos tenían instrumentos que son carísimos, por lo que era muy difícil tenerlos”, remarca.
IMPACTO EN EL GRUPO
A finales de los ’90 la salud de Abraham se comenzó a resentir impactando de lleno en el rumbo del conjunto. Esto se acentuó con su muerte provocando desazón en sus cercanos. De hecho su prima María González admite que tras su deceso se truncó el interés de seguir adelante. “Cuando falleció Abraham ahí terminó todo, porque Antonio quedó con una gran depresión y todo los instrumentos eran de ellos. Participaban de los carnavales y festivales que se hacían acá todos los años”.
Su hermana Durka Rojas reconoce que el fallecimiento caló profundo en la familia y en el grupo. “Fue cáncer al estómago, algo muy fulminante. Por eso Antonio se bajoneó. Él (Abraham) nunca se imaginó que le podía pasar lo que le ocurrió. Toño nos dijo, ‘no podré seguir y será hasta donde llegue’. En una oportunidad trató de buscar a una persona, pero no pudo y comenzó a finalizar todo el grupo, pero mientras estuvieron fueron muy exitosos. Siempre tuvieron los locales llenos donde actuaban, y siempre les quedaba eso. Le decían a mi madre que se llenaban los locales”.
Tras el deceso de Abraham nada fue lo mismo. A pesar de que desde su rehabilitación instaba a Antonio a continuar adelante, su labor de músico y a la vez de coordinador lo exigía al máximo. Con el tiempo, la tragedia se agudizó. Su hermano Antonio sufre un accidente vascular que limita su accionar y termina falleciendo. “Creo que fue por lo mismo, porque nunca se pudo recuperar de lo que le pasó a su hermano, porque para todas partes andaban juntos. Antonio fue el baterista y de profesión electricista de alto voltaje”, profundizó.
No oculta que le hubiese gustado que tras la muerte de ambos hermanos, la tradición y continuidad del conjunto se hubiese consolidado. “Pero, con la muerte de ‘toño’ se perdieron todos los instrumentos, siempre estaban pendientes de renovarlos”.
En todo caso Durka admite estar orgullosa de lo alcanzado por la agrupación. “Nada que decir, en las Compañías aún me pregunta por el grupo Kumankú y lo alcanzado. Cumplieron su sueño total”.